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El corazón lo siente

El corazón lo siente

Marzo 31, 2021 / Comedor de mi casa

María Guadalupe Ayala Contreras

Buscó y encontró a su hijo Alfredo Ezequiel Campos Ayala, desaparecido el jueves 26 de septiembre de 2019. Tenía 25 años.

Texto y retrato: Miriam Rodríguez

Se vivía en casas pequeñas y juntitas, las paredes se hablaban y el viento murmuraba los sucesos claramente, pero ese día el silencio se lo comió todo, porque a las 7:40 a.m., irrumpieron los seres más siniestros a una de esas casas, para llevarse a Alfredo.
Eso fue lo que pasó con el hijo de Lupita a quién ella aún llama “Bebé”. Ella recuerda haber salido de su casa a las 7:00 a.m. mandando una bendición hacia la casa donde se encontraba su hijo. Piensa que de haberse ido minutos después habría podido correr tras él para salvarlo. Pero quién iba a imaginarse que aquella mañana cuatro seres armados se lo llevarían para siempre.
Al terminar su jornada de trabajo Lupita escuchó lo que había ocurrido con Alfredo y quiso correr hacia aquella casa donde había estado su hijo, pero el cielo se comenzó a ensombrecer y una tormenta comenzó a caer inundando las calles. Cuando la tormenta cesó, el viento dejó de murmurar, el dolor se hizo más grande, y la desesperación y el miedo la hicieron buscar en lugares que nunca hubiera imaginado en otra situación, “la vidente me dijo que estaba muy cerca de encontrar a mi hijo, pero que él estaba sufriendo mucho. También me dijo que en sus visiones se le aparecía un portón grande de hierro que estaba muy cerca del camino que ya había recorrido, pero que más me valía que me alejara y tuviera cuidado porque estaba en peligro”.
A pesar de lo dicho por la vidente, Lupita no pudo parar. Ya había comenzado la búsqueda y nada ni nadie la detendría hasta encontrarlo. Fue entonces que en uno de esos días de largo caminar, se topó de frente con un portón de hierro ya conocido que quedaba a solo unos minutos de su casa, por el que ya había pasado en varias ocasiones pero que esta vez la hizo recordar aquella visión. Para Lupita, aquel portón ocultaba el camino que le indicaría en dónde buscar a su hijo.
Ojalá no hubiera sido así. Lupita consiguió unirse a las tropas de la mujer más valiente del mundo y fue acompañada por estas guerreras para poder abrir aquellas puertas y recorrer el camino juntas. Al llegar al lugar indicado, su corazón lo sintió, le decía que su hijo estaba ahí en ese agujero enorme que encontró y al que se asomó con la esperanza de verlo. Pero su corazón se hizo chiquito y sus ojos se llenaron de lágrimas al ver pedacitos de cuerpos irreconocibles. Pero a pesar de aquel paisaje, la esperanza de Lupita y las visiones de aquella vidente mantenían con vida a Alfredo.
El 23 de febrero de 2020 apareció entre los cuerpos de aquel agujero, el antebrazo derecho de Alfredo. Días después un pie, y la premisa de que su hijo estaba vivo se mantenía. Pero el 26 de marzo apareció el torso.
Después de esto la búsqueda se hizo más lenta. “Ya no me quieren dar más de ti; que te ponga fin con esto, dicen. Pero yo te quiero completo, te quiero conmigo. Me pregunto muchas veces quiénes serán los más crueles, si los que te llevaron lejos de mí, o serán estos, los que te entregan de a poco. O será mi mente, que no deja de imaginar tu muerte. Ahora mi vida es la búsqueda entre las partes que me faltan y no me iré hasta sacarte como te recuerdo”.
Así transcurrió la vida de Lupita durante los siguientes meses. Nos hicimos cercanas y de vez en cuando la volvía a ver para saber cómo se encontraba y qué había pasado con Alfredo. En varias ocasiones me decía cansada que pensaba hacer lo que le pidieron y fingir tener a su hijo completo y darle fin a todo esto. Pero no tardaba mucho en volver a buscarme otra vez para darme las nuevas noticias, “mira, ya casi encontré a mi hijo, solo me falta el antebrazo izquierdo”. Siempre me lo decía con cierta alegría y con la ausencia de su sonrisa.