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El esposo

El esposo

Mayo 25, 2021 / Fuera de las instalaciones de SEMEFO

Marcelina Gaeta Viernes

Buscó y encontró a su esposo José Rodrigo Jiménez Olmos, desaparecido el lunes 25 de mayo de 2020. Tenía 38 años.

Texto y retrato: Miriam Rodríguez

A las seis de la mañana se rompió el silencio en casa de Marcelina. Escuchó fuertes golpes en las puertas, corrió a ver las cámaras y miró a hombres con marros afuera de su casa, golpeando la cortina de la tienda. Rápidamente levantó a su hija y a su hijo, se percató de que su cuñado ya estaba despierto y fue hacia su recámara para despertar a Rodrigo, su esposo, dándole una bermuda para que se la pusiera y le dijo “se nos quieren meter”.
Era como si los hombres se multiplicaran, entre quince y veinte llegaban en carruajes grandes y blancos. Marcelina no alcanzaba a ver sus rostros, estaban encapuchados de negro. Mientras tanto el terror dentro de la casa iba aumentando al saber que no podían hacer mucho más que esconderse, pedir auxilio y esperar a que alguien los rescatara. Treinta minutos habían transcurrido y nadie había hecho nada. Toda la familia sabía que buscaban al hermano de Rodrigo, quien se mantenía al frente, mientras que en un rincón Marcelina abrazaba a sus hijos y su esposo a ella.
Su casa resistía la violenta muerte que se asomaba, pero de un momento a otro, comenzaron a arder pequeños incendios dentro. Su cuñado había prendido fuego a su ropa para usarla como arma contra aquel ejército de hombres, pero las llamas comenzaron a incendiarlo todo, impidiéndoles respirar y obligándolos a abrir las puertas de par en par. Entre la densa y negra nube de humo, su cuñado huyó.
Ya fuera comenzaba a amanecer. La tenue luz permitió a Marcelina distinguir los ojos que asomaban de las capuchas. De repente escuchó ráfagas de balas seguidas de un grito “¡vienen los morritos y la señora, dejen de disparar!”. Abrazada de Rodrigo, sintió cómo se lo querían arrebatar, y empezaron a forcejear jalando el cuerpo de su esposo junto a sus hijos. Solo se escuchaban los gritos de súplica de Marcelina “¡él no es! ¡está adentro!”.
Se lo quitaron de los brazos en un segundo que para ella se detuvo: contempló cómo se llevaban una parte de su vida. Y fue así que, de la manera más cobarde, su cuñado había huido dejando de señuelo a su esposo y un hogar en llamas. Y Marcelina no pudo siquiera evitar que sus hijos presenciaran cómo se llevaban a su papá entre tantos hombres indiferentes que los vieron suplicar.
A Marcelina no le quedó nada. Entre cenizas tuvo que construir una vida para buscarlo y poder realizar todos los sueños que quedaron pendientes entre los dos.
Pasaron más de ocho meses en esta búsqueda, hasta que el domingo 31 de enero de 2021 encontraron un cuerpo. Le mostraron huesos y dientes con un cincho amarrado al cuello y unas bermudas puestas. Le dijeron que era Rodrigo, pero ella no lo reconoció ya que no se trataba del que ella recordaba ni quería ver. Y el primero de febrero dio a sus hijos la oportunidad de velar su cuerpo, que se mantuvo oculto para recordar a su papá con la dignidad y el respeto que se merecía.
Cuando terminó de contarme su historia hizo una pausa para despedirnos y me dijo: “hay ocasiones en las que sigo pensando que el cuerpo que enterré no era él. Recuerdo que los dientes superiores se parecían porque los tenía encimados, pero no reconozco la bermuda que le di para que se vistiera esa mañana”.