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Lo que Angelina dejó

Lo que Angelina dejó

Mayo 04, 2021 / Fuera de las instalaciones de SEMEFO

Héctor Humberto Valdez Iniesta

Busca a su hijo Héctor Eduardo Valdez Campos, desapareció el martes 9 de junio de 2020. Tenía 45 años.

Texto y retrato: Miriam Rodríguez

El señor Héctor no está acostumbrado a dormir después de que su esposa Angelina se fuera al lugar de donde ya no se regresa, ya que con su partida le dejó tres cosas: a Doña Soledad, El Espejo y una Maldición.
Por ejemplo, me cuenta que Doña Soledad a veces no quiere cocinar, haciendo que se le vaya la vida tratando de conciliar el sueño con el estómago vacío, dejándolo sin más remedio que beberse unas botellas para poder pasar la noche y esperar por un día más.
Aparte, me dice que está El Espejo, que seguido se le pone de frente y le recuerda entre arrugas y canas, las largas y agotadoras jornadas llenas de tristeza.
Pero menciona que la Maldición es la más terrible de todas, la que no lo deja vivir en paz. Es con la que cargaba el hijo más pequeño y que marcó a toda su familia. Vio pasar su sombra por última vez arrasando con toda esperanza y con la alegría que todavía le quedaba del recuerdo de Angelina. Y aunque el señor Héctor ya estaba acostumbrado a que su hijo desatara una serie de sucesos desafortunados que lo hacían enloquecer de rabia y le partían el corazón, nunca se imaginó que su último acto sería funesto.
Todo comenzó cuando el señor Héctor corrió de casa a su hijo, quien se fue a vivir con su hermano mayor, al que le decían con mucho cariño “Ñoño”, el más querido de la familia. No pasaron muchos días cuando, un martes, en la oscuridad de la madrugada, el hijo maldito, aquel que fue bien recibido por su hermano, salió corriendo inesperadamente de la casa con el corazón frío y la firme decisión de no mirar atrás para nunca más volver.
Lo que sucedió es que su hijo más pequeño huía de unos seres siniestros que lo perseguían, dejando a su hermano mayor como carnada para lograr escapar. Al llegar aquellos seres a tomar venganza, solo encontraron a quien no buscaban, pero eso no les importó y tiraron puertas y ventanas, provocaron los gritos más aterradores y ensordecedores, se ensañaron para desencajar rostro y cuerpo, y con esto dejar rastro, entre una densa polvareda, de un mensaje muy claro: ellos siempre ganan.
Este fue el último acto funesto, que pareciera ya estaba escrito y que propició la partida memorable de aquella terrible maldición.
El señor Héctor supo que a partir de ese momento se quedaba con cuatro cosas después de la partida de Angelina: Doña Soledad, El Espejo y dos hijos desaparecidos, aunque sólo uno a quién buscar.